Lo cierto es que la ciudad de Jauja que dio origen a este dicho es completamente real, está situada en Perú y fue fundada por el conquistador Francisco Pizarro en el siglo XVI. En la actualidad cuenta con alrededor de treinta mil habitantes y llegó a ser la primera capital del Virreinato de Perú.
Poco después de ser tomada por los españoles, comenzó a ser mencionada como un lugar idílico y paradisíaco, donde no faltaba de nada y todo eran placeres. Algunos autores de la época llegaron incluso a exageraciones muy llamativas. Es el caso de Lope de Rueda, quien escribió que allí las calles estaban empedradas con piñones y por ellas corrían arroyos de leche y miel.
Es en este punto donde existen al menos dos versiones que merecen ser mencionadas:
La primera y más extendida apunta a que ciertamente Jauja estaba rodeada de terrenos fértiles de gran belleza y grandes yacimientos minerales. Pese a aceptar que su comparación con el paraíso era excesiva, los defensores de esta versión señalan que cuando los conquistadores llegaron a dichas tierras se encontraron enormes cantidades de alimentos, prendas de vestir y riquezas acumuladas por los incas.
Por su parte, hay quien justifica que todo fue un mito, una invención de Cristóbal Colónpara reclutar marineros. Parece ser que, tras volver de su primer viaje, el descubridor de América tuvo verdaderos problemas para contar con hombres de cara a una segunda travesía atlántica. De este modo, comenzó a extender la leyenda de que en el nuevo continente existía un lugar donde todo era oro, había una gran cantidad de alimentos y los paisajes eran de una belleza suprema. Aquel sitio no era otro que Jauja.
Así que ya lo sabes, si de verdad quieres estar en Jauja no debes preparar grandes festines ni darte a la buena vida. Sólo tienes que comprar un billete de avión con destino a Perú.